La llamé, me pidió que fuese a verla y me desahogué.
Su sonrisa en la cara me despistaba. ¿Cómo podía reirse de mi dolor?
Me dejó hablar y hablar todo el tiempo necesario hasta que vomité toda mi rabia contenida.
Al terminar, me dejó su pañuelo, sequé mis lágrimas y me abrazó.
Sentí su voz acariciando mi oido con palabras consoladoras.
Sabía todo, había vivido esta misma situación con esta persona, me entendía.
!Cuánta necesidad tenemos cuando estamos mal de que alguien nos entienda!
Los mismos pasos, las mismas subidas y bajadas con amor y reproches, la misma sensación de culpabilidad.
Me fui distinta. Totalmente desmaquillada, con la nariz como un payasete pero muy feliz.
Me sumergí en la dicha de saberte del compañerismo y el amor compartido. Nos pasó igual, me habló de otras personas y me puso en contacto con ellas.
Recibí amor y consuelo, pero sobretodo, recibí explicaciones que tanto las necesitaba.
Nunca podré agradecerle- agradecerles el cariño recibido.
!Me apasiona la amistad!
Bonito relato.
ResponderEliminarSupongo que hablas de alguien que no soy yo porque de ser así, tienes un problema muy grande.
La mentira y la difamación, la locura, todo grandes problemas.
Pero es absurdo, no soy yo.Disculpa.
Un gran favor.
ResponderEliminarMateria Prima.