Se enfadó muchísimo.
Se hizo notar, nadie podría actuar sobre su constancia y perseverancia.
Decidió cambiarlo de lugar y él, retomó viejas leyendas para hacerle ver que su mandato más que imperativo era imposición.
Recordó la fuerza de la palabra y los gestos.
Recordó la comodidad que produce dejar las cosas en un sitio, en el sitio que deja el orden personal.
- Eres mía, yo te enseñe a ordenar -.
Ayudar a un niño a ordenar su cuarto es más fácil que explicarlo.
Hay tantas cosas que desean salir y su facilidad para quedarse se hace dolorosa y revientan en nosotros los labios ante de cualquier posibilidad de comunicarnos.
Mejor dejarlo así, cada cosa en su sitio pero, eso si, dime cual es tu lugar.
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