Niña buena, madre comprensiva, notas excelentes, última tutoría un aburrimiento.
Era la última tutoría del curso. Era una niña diez en todo y su madre lo sabía. Estaba organizado el verano y poco quedaba por decir.
Lo difícil: poner la fecha. Su madre trabajaba, y supongo que aún lo hace, como funcionaria en un pueblo muy lejano al colegio. Venir suponía que coincidieran varias variables sobretodo la coordinación entre mis horas libres y las suyas. Cada no sé cuanto tiempo ella hacía una guardia que , al terminar, le proporcionaba un día descanso.
Buscando siempre esta coordinación recuerdo darle mi horario libre dispuesto para este objetivo y ella devolvérmelo con la fecha más apropiada.
La última tutoría paso sin nada destacable aparentemente.
Al terminar me pidió subir a la clase a darle un besillo a su hija y, por supuesto, se lo concedí.
Mientras subíamos las escaleras me miró y me dijo con gran seriedad: - "Estás más gorda, perdona que te diga".
Escrito puede parecer un insulto pero justo en esta época estaba muy delgadita y fue la ironía la que marco su gracioso comentario.
Dado el besillo se fue.
Era la hora de misa y su hija me pidió acompañarme. Previo comunicación a su seño del momento me la llevé a misa.
De nuevo nos volvimos a encontrar con su mami que le recomendó pedir por sus hermanos en misa.
Al irnos la niña me comentó que uno de ellos se había puesto los pelos rastas. No lo vi como para pedir en misa, lo vi más como para pedir en la peluquería pero el Señor todo lo puede y, a lo mejor, de esta forma, el niño amanecía calvo.
¿Quién sabe?
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