Seguro que iba vestida lo mejor posible. Un retiro, presencia de Dios y cogida de la mano de una señora, muchos años mayor, que ha amadrinado mi vida en todo momento.
El sagrario de la capital, un marco perfecto para ser vista por la Corte celestial y la parte más refinada del pueblo. !Menuda carta de presentación! Seguro iba bien vestida.
Nos casamos en Junio, el 29 para ser exactos, y esto debía ocurrir en Septiembre.
Fue una boda a nuestra manera, es decir, sin obligar a nadie a hacer gastos superfluos ni absurdos. Cada uno podía venir como quisiera, estar el tiempo que le apeteciera y traer una sola cosa: la alegría que produce que dos personas sellen su amor para siempre ante nuestro Dios.
Así salió. Todo salió perfecto. solo tenemos unos bellos recuerdos y momentos de cariño hacia nuestra unión.
La invitación la hicimos nosotros. Era un pergamino que tenía una frase que cogimos de un libro de un matrimonio de muy nombrados filósofos de nuestra tierra:
La frase decía:
"Cristo nos otorgue su fuerza para que seamos fieles el uno al otro y llevemos juntos las responsabilidades del matrimonio".
Antes de comenzar el acto una señora de avanzada edad debía leer un gran texto. Subida en el lateral izquierdo del altar repetía incesantemente el inicio de su párrafo pues el micrófono daba unos terribles problemas.
Desde el primer banco,una chica de mi edad aproximadamente vestida con un pantalón de cuadros amarillos asumió la responsabilidad como propia y, rodillazo en tierra, subió repetidas veces a atajar dicho problema.(No recuerdo si llegó a solucionarlo).
Al terminar, en la puerta del Sagrario, se encontraron mi acompañante con la filósofa autora de mi pergamino.
Yo no era nadie y era todo.
Me sentía tan pequeña y tan grande.
Estaba rodeada de dos Titanes de intelectualidad, la entrega, la educación, el saber estar y hacer......
Yo???? que acababa de salir de mi cascaroncillo.
Hay que decir que estas dos maravillosas personas son de talla muy bajitas y yo de talla normal. Sin embargo recuerdo tener que mirar para arriba para verles las caras. Claramente la autoestima influye en el tamaño.
Estando en esta desbordante situación salió del Templo la chica del pantalón amarillo que, decididamente, se lanzón hacía la filósofa y, restregándose como un oso contra un árbol, repitió varias veces: "!Qué se me pegue algo".
Creí morirme, no podía contener la risa, !qué ocurrencia!. Nunca en la vida se me hubiese ocurrido algo así.
!Fue buenísimo!.
Lo más bueno (y fuerte) es que ninguna de las dos hicieron caso alguno a este acto.
SIGUIERON HABLANDO SIN MÁS
Yo convulsionaba y ellas tan ajenas.
Llegué a casa y se lo conté todo a mi reciente marido que hoy en día aún se acuerda que aquella escena porque dice que nunca me había visto reír de esa manera contando algo.
Fue impresionante.
No volví a verla hasta Septiembre del 2008, 5 años después.
Fdo: Tesorillo comienza su librillo
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