La tarde de los Viernes asistía a un club de niñas en el centro de mi ciudad. Era la monitora de una grupo de chicas de 5º y 6º de Primaria. Mi clase en el colegio era 5º por lo que algunas niñas de mi clase coincidan en club.
Las más aventureras se atrevieron a preguntarme si se podían venir conmigo desde el colegio. A mi me pareció una idea fantástica y, previo consentimiento de sus madres, así se hizo.
Concretamente, con la hija de la protagonista fue divertido. Una mañana de Viernes no me había traído la autorización necesaria para que dejase su ruta y se viniese conmigo así que llame a sus madre por telf para confirmar dicho cambio. Fueron divertidas las palabras de su madre cuando le pregunté si le importaba realizar el viaje de la tarde en mi compañía a lo que contesto: -"Contigo iría al fin del mundo".
La experiencia era toda una odisea. Cogíamos la ruta 10 hasta el final del trayecto pues yo era la monitora. En la última parada estaba mi coche. Volvíamos a la ciudad y luego la recogía su madre o su padre.
Como esta operación se repitió muchos Viernes fuimos perfeccionando la técnica. Entre autobús y coche parábamos en un supermercado a comprar la merienda, por supuesto, toda de alimentos hipercalóricos y prohibitivos. Yo, más lista, solía negociar con ellas y me comía sus sanwich que estaban buenísimos.
Alguna tarde más locuela nos sentamos en la cafetería de el Corte Inglés como auténticas señoritas.
Una de esas tardes llegó a recoger a mi pequeña amiga su madre.
Empezamos a hablar de cualquier cosa y la conversación se convirtió en un verdadero espectáculo de risas y muestras de alegría.
Yo perdía la máscara de pestañas que caía como ríos cara abajo. Ella, al ser la promotora de los comentarios mantenía más la imagen. El caso derivó en los nombres. Toda la que se acercaba se llamaba Isabel. Con este caso ella hilaba frases y comentarios que a mi no me daba tiempo a asimilar y, uno tras otro descomponían la poca imagen que tenía yo a esa hora.
En medio de ese desconsuelo me dice:
- ¿Te estoy entreteniendo?
y yo, temerosa de que se fuera y me dejase sin las risas y tan estropeada le dije que no.
- No, no me estás entreteniendo.
En esto, y para colmo de los colmos, llega otra Isabel. Una madre de la misma clase que mi divertida amiga pero, en este caso, la anti-divertida. Una mujer entre pija y estúpida, esa a la que hay que tener de amiga, velis nolis, o te sentencia.
Imaginamos: Mi amiga controlando la situación y soltando por su boca millones de frases a la velocidad de una metralleta a cual más ocurrente. Yo retorcida como una alcayata y sin un ápice de pintura en mis rostros pero llena de fluidos varios y la "estirá" mirándonos con cara de pensar......... "-Por Dios, como me puedo mezclar con estas".
Así, que dirigiéndonos como un gran favor la palabra nos dice:
- ¿Les queda mucho a las niñas?
- Yo ya me voy porque no la estoy entreteniendo. Contestó mi controladora compañera.
Mi grito, mis descomposición corporal y mi retroceso en el espacio debió servir para ahuyentar a la nueva Isabel. Es más, creo que la niña nunca volvió al club.
Desde entonces nunca sé que contestar ante la pregunta ¿Te estoy entreteniendo?
Pero eso si, la oigo y me sale una sonrisa de lado a lado difícil de explicar.
Fdo: Tesorilo retorcida como un tornillo.
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